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Ultra-Race Annecy 2019

 

 Os dejamos la Crónica de nuestra "guerrera" Elena, en la carrera Ultra-Race Annecy 2019 (115km/D+6930)

Zaragoza, 24 de Mayo de 2019. 6:00 a.m.

El despertador suena temprano. Queda un larguísimo día por delante. Llueve a cántaros, los niños se marean, y el trayecto hasta el aeropuerto de Barcelona se complica por momentos. Una vez allí, despejo mi primera duda, -¿conseguirán pasar los bastones el control?- El policía de turno centra su atención en el ordenador del pasajero de delante, y primer problema resuelto.

13:00 p.m.

Hace media hora que debíamos haber despegado y seguimos en tierra… Cuando por fin aterrizamos en el aeropuerto de Ginebra son casi las 16:00. Hora punta para un viernes en Suiza. Tardamos hora y media en recorrer los 50 km que nos separan de la zona Expo, donde pasar el control de material y recoger el dorsal. Con el coche en doble fila y sorteando a los cientos de personas que abarrotan los stands, consigo llegar a la mesa adecuada, después de haberme confundido dos veces de fila, de haber sacado todo de la mochila hasta acertar que lo que querían ver era la manta térmica, y de intentar explicar en un francés macarrónico, que sí, que mis padres me pusieron dos nombres y dos apellidos, pero que sólo utilizo uno, y que esa de la lista soy yo misma.

Me dan una triste bolsa con dos papeles, el dorsal, y dos cervezas. Pienso que tendré que llegar pronto a meta para podérmelas beber, porque tampoco facturo a la vuelta… Entonces le pregunto al voluntario que donde dan el resto de las cosas de la bolsa del corredor, y me dice que cuando llegue a meta %&/XJ&¿!  -Oiga señor, que he pagado 140€ por la inscripción, y no me va a dar ni una triste camiseta????- El hombre debe tener cerca de 70 años, y no conozco ningún insulto en francés, así que me doy media vuelta y me marcho.

Echo a correr de vuelta al coche, pasando de nuevo entre los puestos y la gente, lamentando no tener tiempo para darme algún capricho.

Hace un día estupendo, y las orillas del precioso lago de Annecy están repletas de turistas y corredores bañándose y tomando el sol. Nada hace presagiar que en tan sólo unas horas, la temperatura caerá más de 15 grados y lloverá con fuerza.

23:00 p.m.

Acabo de despedirme de mis niños, que entre lágrimas me han hecho prometerles que no me iba a caer y que todo iba a ir bien. Soy la última en entregar la bolsa de vida, fuera del tiempo estipulado para ello, pero no ha dado más de sí el día. Me siento en el suelo. Apenas he descansado media hora en toda la tarde. Cualquier día normal estaría a punto de irme a la cama, cansada de toda la jornada. Pero hoy no. He hecho justo lo contrario a lo que los manuales y el sentido común aconsejan antes de una ultra. Descansa las horas previas, nada de estrés, buena hidratación y mejor alimentación…. Apenas he comido un bocata en todo el viaje, pero estoy convencida que el Energy Cake que me he preparado junto con algo de pasta, y que he comido más por obligación que por ganas, en seguida empezará a hacer efecto.

Estoy sola ante una multitud de más de 1000 corredores, franceses en su mayoría, pero también alemanes, suizos, italianos… de repente alguien me habla en castellano, ha debido ver la medida de la virgen que cuelga de mi mochila, y con una sonrisa me dice que se llama María, que es enfermera y que a partir de la 6 de la mañana estará deseando verme en un puesto de control en el km 57. Espero que sea para animarme y no para atenderme, pienso para mis adentros.

23:45 p.m.

Nos adentramos en el box correspondiente según número de dorsal, y comienza el briefing, al que no hago ni caso…. básicamente porque es francés. Tengo la mente en blanco. Sólo veo hombres gigantes a mi alrededor, y cada vez me siento más y más pequeña. Acaba el discurso, y cuando espero que empiece a sonar la música se hace el silencio. -Joder que rancios!-

 

Sábado 25 de Mayo de 2019  00:00 a.m.

Go, go, goooo!!!!!! Un estallido de fuegos artificiales y cohetes nos arrancan los primeros pasos. -Por eso no había música…- Entre un largo pasillo de fuentes de fuego rosas, y gente moviendo cencerros y gritando salimos del pueblo. Empezamos a rodear el lago, y en 10 minutos hemos recorrido 2 km. Una velocidad de vértigo para una carrera de estas dimensiones. Pero enseguida cae el ritmo. Encendemos los frontales y empezamos a subir. Nadie habla. Sólo se escucha el ruido de los bastones al chocar contra las piedras. Y se empiezan a formar los primeros tapones. Vamos en fila de uno por un bosque y apenas se puede adelantar. El ritmo se vuelve lento, -demasiado- pienso yo obsesionada con los tiempos de corte. Pero pronto pasamos el primero en el km 7,5 con más de media hora de holgura. Y así, continúa la noche, una noche templada, oscura, sin apenas estrellas… Vamos pasando por pueblos en los que a pesar de las altas horas de la madrugada nadie duerme. Aparece gente por cualquier rincón de la montaña con cencerros, a veces hasta dudas de si son vacas… o franceses ;-). De repente aparecen cuestas iluminadas con antorchas a ambos lados indicando el camino, se escucha música relajante de la que es imposible adivinar su origen, explanadas decoradas con velas… casi más parece que estén esperando a una pareja de novios en una boda campestre, que a una panda de locos corredores. Si llevara más horas de carrera creería que estoy delirando, pero apenas son las 4….. Disfruto de esa puesta en escena que no había visto jamás en una carrera de montaña y que me enamora totalmente.

6:30 a.m.

La luz del día ha tardado en hacerse notar. El cielo está gris, y empiezan a caer las primeras gotas, que no nos abandonaran prácticamente en toda la carrera. Hace ya rato me he torcido el tobillo en una bajada rápida. Estoy acostumbrada a pequeñas torceduras, pero esta ha sido de las fuertes, lo noto dolorido, y me entran los primeros temores…. -No he venido hasta aquí para abandonar a la primera de cambio- Enciendo el móvil, y me pongo música. Las vistas sobre el lago son espectaculares. Hace un rato he pasado el tercer punto de corte con más de tres horas de ventaja lo que me da una gran tranquilidad. Aparte del tobillo no tengo dolores musculares. Estoy bebiendo y comiendo regularmente, y las sensaciones son buenas.

9:00 a.m.

Llevo casi tres horas seguidas cuesta arriba, y las subidas nunca han sido mi fuerte. La voz de mis peques al otro lado del teléfono me levantan la moral. Unos mensajitos al grupo de Montaña para informar de mi situación, y las respuestas no tardan en llegar…. por decenas! Me vengo arriba totalmente, -sólo por eso tengo que seguir-, intento acelerar el paso, pero ya estoy prácticamente a mitad de carrera, y a estas alturas, eso ya no es tan fácil..

12:30 p.m.

Ya he pasado el ecuador de la carrera, y no he visto a María, la enfermera que iba a estar en el km 57. Me hacía ilusión verle, al menos una cara “conocida”, pero mejor así. De repente leo el mensaje de Emilio. Hasta ahora no era consciente de mi situación con relación al resto de corredores. Me habían dicho que iba bien, pero hace ya horas que el pelotón se ha estirado, y tampoco me había planteado llegar en ninguna posición. Leer lo ya recorrido suena a música celestial, pero ese +3000 en lo que me queda se me clava en el alma. Me empiezan a flaquear las fuerzas, y las piernas ya no responden igual. Más mensajes, más ánimos, el comodín de la llamada, y el mejor momento del día.

15:00 p.m.

Km 76, eso significa bolsa de vida. Y en este caso me la da, pero de verdad. Primero aparecen mis hijos. Los cuales me reciben con una bronca por haberme saltado la promesa de no caerme y haberme ensuciado (oh Dios, he creado un monstruo), y luego el bote de vaselina con el que llevo soñando los últimos 10 kilómetros. -qué inteligente haberlo metido ahí- me aseo como puedo, me cambio de ropa y zapatillas, una sopa, un par de bocatas, me siento los únicos 10 minutos en toda la carrera, un besito, y pa´lante. -A las 10 en casa!- me gritan, no puedo evitar sonreir… y llorar mientras me alejo. Pienso en la de horas que los he dejado durmiendo para ir a entrenar. Ellos ni se han enterado, pero en esos momentos un sentimiento de culpabilidad me recorre todo el cuerpo. Continúo con la moral por las nubes. Sé que voy a llegar. Más mensajes, me siento profundamente agradecida, y me da por cantar… sabrán perdonarme.

18:00 p.m.

El peor de los pronósticos meteorológicos se hace realidad. Truena y diluvia. Me acababa de poner de corto y de tirantes, y le pido a un voluntario que me saque el chubasquero para no quitarme la mochila. Es inútil. Estoy empapada hasta las entrañas. Apenas me quedan 300 metros para llegar a uno de los puntos más altos de la carrera. Hay cuerdas de seguridad para subir. Estoy temblando, pero no sé si de frío o de miedo. Apenas me puedo sujetar. Había dejado los guantes al cambiarme de ropa porque tenía calor, y ahora tengo las manos congeladas. Hay nieve a mi alrededor, y sólo pienso en que la bajada será aún peor. Cuando llego arriba maldigo a los voluntarios que me ofrecen las cuerdas para destrepar. -Cuidado que la bajada es muy técnica- je ne comprends pas- les grito. Estoy enfadada, aunque no tengo claro con quién, -¿por qué no suspenderán la carrera?- Sin embargo el frío ha activado mis piernas y funcionan mejor que en las 5 últimas horas. Bajo resbalando con los talones por la nieve. Me caigo. Pero sigo. Hasta que la nieve da paso a ríos de barro. Los pies se hunden hasta los tobillos, y cuando los sacas pesan el doble. Es imposible correr, ni cuesta arriba, ni mucho menos cuesta abajo.

20:00 p.m.

La noche se echa encima antes de lo esperado. La tormenta ha dejado paso a una fina lluvia, pero el terreno está totalmente anegado. Siempre he disfrutado en las bajadas, pero esta se ha convertido en un infierno. Con más de 90 kilómetros en las piernas, y un intenso dolor en los dedos de los pies, cada metro cuesta abajo se convierte en un calvario, y acabo de ver un cartel indicando una bajada con un desnivel de 1000 metros!. Se me pasa seriamente por la cabeza la idea de abandonar. Me tomo otro gel con cafeína. Consejo de Rubén, y 100% efectivo, aunque aún no sé si por sugestión, o porque realmente funciona. Hace rato que me quedé sin batería en el reloj y en el móvil, y he perdido la noción del tiempo. Los kilómetros se me antojan eternos, y las horas pasan rápidas. Llegué a pensar que a las 11 estaría tomándome esa cerveza con la que sueño desde hace kilómetros, pero debe ser tarde…. muy tarde.

26 de Mayo de 2019 1:15 a.m.

Cuando ya estaba viendo el pueblo, un voluntario me mandó otra vez para arriba –¿estás de broma?- le pregunté, pero no se reía. He estado a punto de perderme dos veces. Me he caído no se cúantas más, pero por suerte, ya estoy abajo. Pisando asfalto. Ya nada ni nadie me puede quitar mi sueño. Intento correr, pero apenas lo consigo. De repente aparece una chica acompañada de su pareja, me alcanzan y aceleran. Intento seguirles, pero –¿para qué?- no quiero que me estropeen mi foto en la llegada. Quiero la puerta para mi solita, y además ya no tengo prisa. Está ahí….

3:00 a.m.

Lo primero que he hecho al llegar a meta ha sido recoger el regalo que no me había querido dar el abuelito de 70 años el día de antes. He tardado 25 horas y 30 minutos en conseguirla, pero esta chaqueta ya es mía, y me he tomado la molestia de probármela tres veces para asegurarme que cogía la talla correcta. Me he duchado para quitarme los tres kilos de barro que llevaba adheridos a mi cuerpo, y por fin he encendido el móvil. La última sorpresa del día. Cuando veo todos los mensajes se me saltan las lágrimas. –Han estado ahí, hasta el final- Ni siquiera he podido avisarles para que se fueran a dormir tranquilos- Envío una foto y un par de mensajes y con una inmensa sonrisa mis ojos se cierran, después de más 45 horas sin dormir.

 

 

Las cifras:

115 kilómetros

7000 metros desnivel

25 horas 30 minutos en llegar

1000 corredores (870 hombres, 130 mujeres)

645 finishers

36% retirados

Posición 462 general (17 M, de 27 que llegaron)

22 barritas y geles

15 litros de agua + 15 pastillas de sales

1 Club lleno de gente maravillosa

1 Millón de gracias por estar ahí

 

 

Elena Sanz


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Trail

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